¡Sí que habla la gente cuando se decide a hablar!
Esta Semana Santa la calle estaba llena de gente que no paraba de hablar, de lo que fuera, daba igual el tema. La cuestión era ese chorro de palabras contaminadas de cerveza que salía por la boca de las personas. Un chorro a presión que se desparramaba por el aire y luego se precipitaba al suelo pegajoso.
Y mientras tanto pasaban a nuestro lado las imágenes andantes gracias a que eran transportadas a hombros de hombres y mujeres fuertes (viva la igualdad). Y yo me preguntaba ¿y el silencio que debe acompañar a la Pasión, (cualquier pasión)? Tanta tortura en esa imaginería del sufrimiento y la muerte, y la gente hablando de no sé qué y no sé cuántas. Mirando lo extraordinario de los desfiles sin apenas ver.
-¿Acaso te parece mal?
-Nooo, ¿qué me va a parecer mal? Cada uno que hable lo que le dé la gana mientras pasa la procesión. Aunque sea una sarta de tonterías. Mira, se me está ocurriendo que el barullo es un antídoto contra la idea de la muerte. Mientras parloteamos no nos acordamos de que nos vamos a morir. Porque pensar en la muerte acongoja,
-Acojona, diría yo. ¿Pero y qué? Todos nos vamos a morir igualmente.
-O no. Quizás ya haya nacido el primer humano inmortal.
-¡Uf, lo que faltaba! Ahora tendremos el títere de si nos ha tocado a uno mismo.
-Mejor tener la certeza de morirse, ¿verdad?