Vuelo yo I

El otro día me acordé de cuando soñaba con deleite que daba un patadón en el suelo y me impulsaba hacia arriba elevándome a metro cincuenta del suelo y volaba hacia la parte alta de la calle donde vivía cuando niña, y luego bajaba hasta los solares que daban a la carretera principal, entre montones de escombro y paleras.

Si hubiera querido habría podido fulminar todos los récords deportivos en salto de altura y de distancia. Era tan fácil, me sentía tan ligera a pesar de no aletear (porque no tenía alas). Solo era una rotura momentánea de la ley de la gravedad (ley tan grave y pesada). Era un don que yo poseía y que no servía para nada más allá de mi propio placer.

¿Por qué ya no me sueño volando? Sí que lo hago, pero es un vuelo más alicorto, sin patadones y elevaciones tan graciosas. Ahora vuelo con la respiración. Es decir, inspiro con fuerza, y al soltar el aire me elevo.

Y voy para allá y para acá intentando no molestar a los que no vuelan para que no me envidien y se enfaden y me aborrezcan porque yo vuelo y ellos no.

Tampoco es que sea un mérito mío. Simplemente tengo ese don y sucede.

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