El uso de tacones de altura excesiva aumenta el riesgo de sufrir esguince de tobillo, contractura de gemelos, sobrecarga de la rodilla, deformación de los dedos y dolor lumbar. Pero aún así muchos zapatos de mujer son estrechos, siguen elevándose sobre precarios tacones de aguja, son puntiagudos, no sujetan el pie convenientemente y lo fuerzan en posturas imposibles. Lo peor es que impiden andar. Apenas puedes llegar al sitio, hacer el paseíllo de entrada y enseguida tendrás que buscar un asiento y mantenerte en él todo el tiempo posible. Cada vez que debas levantarte y caminar te lo pensarás dos veces, si debes permanecer de pie cada vez irá empeorando tu estado de ánimo parejo al dolor que estás sintiendo, que tienes tan asumido que lo consideras normal. Los zapatos de tacón te impedirán moverte y hablar de manera distendida.
Es normal el dolor calzando esos zapatos imposibles, pero aún así lo hacemos dando por bueno el discurso de la elegancia. ¿Y que os parecería si unos de esos gurús de la elegancia, que lo único que hacen es inventarse una serie de normas caprichosas y aseverarlas como si fueran dogmas universales, se los pusiera él mismo o se los colgara de sus propios testículos como badajos? En caso de que la gurú sea mujer que se los ponga ella misma (que seguro los lleva puestos disimulando con buena cara) y ya se me ocurrirá de dónde puede colgarse sus torturantes zapatos.
Y más tontísimas nosotras por hacerles caso.